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Cuando haces una inversión tu objetivo es obtener una rentabilidad. Pero ¿tienes claro lo que es? A continuación te explicamos qué es la rentabilidad, qué tipos existen y cómo se calcula. Sigue leyendo y descubre todo lo que debes saber sobre este término financiero.
Es el beneficio que puedes conseguir si inviertes tu capital, y uno de los aspectos que debes tener en cuenta, junto a la liquidez y el riesgo.
Existen diferentes tipos: absoluta, acumulada, anualizada, económica, financiera, comercial, bruta y neta.
Se puede medir en términos absolutos (la cifra exacta) y en términos relativos (un porcentaje sobre la inversión inicial).
En un depósito a plazo fijo y en una cuenta de ahorro debes fijarte en la TAE, aunque luego tendrás que tributar por las ganancias.
La rentabilidad es el beneficio que se puede obtener al invertir. Es el principal indicador para analizar el comportamiento de una inversión y, por tanto, para comparar diferentes inversiones.
No es el único factor que debes tener en cuenta al contratar productos de ahorro o inversión, ya que también debes valorar otros aspectos como el riesgo o la liquidez. En cualquier caso, la rentabilidad es un aspecto importante a la hora de decidir dónde invertir dinero.
Puede medirse y mostrarse tanto en términos absolutos, es decir, la cantidad exacta de dinero que has obtenido, como en términos relativos, mediante un porcentaje sobre la inversión inicial. Por ejemplo, una inversión de 1.000 € puede darte una rentabilidad del 10 % (expresada en términos relativos) o de 100 € (expresada en términos absolutos). Generalmente, se utilizan los términos relativos para comparar la rentabilidad de diferentes inversiones o activos financieros.
Una de las partes fundamentales de cualquier inversión es calcular el beneficio que vas a obtener. A modo de ejemplo, si compras una propiedad por 200.000 € y buscas una rentabilidad del alquiler, calcular la ganancia antes de comprar el inmueble te ayudará a saber si esa inversión merece la pena o no, y si con ella lograrás el beneficio que tienes en mente y, por ende, tus metas de inversión.
Lo mismo ocurre al crear un negocio, es imprescindible hacer cálculos para hacerte una idea de las ganancias potenciales que puedes conseguir. Solo así, sabrás si te compensa ir a por ello o si sería mejor optar por otras opciones.
En definitiva, calcular la rentabilidad impacta directamente en tus decisiones económicas y financieras.
Hay muchos tipos de rentabilidad, dependiendo de la información que quieras. Aunque la rentabilidad económica y la financiera son las más habituales, no son las únicas que hay. Estos son los diferentes tipos que existen:
Rentabilidad absoluta: es la apreciación o depreciación de un activo en un plazo de tiempo concreto. Se expresa como porcentaje.
Rentabilidad acumulada: son las ganancias totales de una inversión desde que se realizó. Por ejemplo, el dinero que obtiene un inversor con un depósito a tres años después de esos tres años o después de seis meses en un depósito a 6 meses. En estos casos, puedes fijarte en la TAE para ver la rentabilidad (a la que deberás restar los impuestos para calcular la ganancia neta).
Rentabilidad anualizada: son las ganancias acumuladas divididas entre los años que ha durado la inversión.
Rentabilidad económica: sirve para medir la capacidad de una empresa de generar beneficios mediante sus activos y capital invertido, independientemente de su estructura financiera.
Rentabilidad financiera: más conocida como ROE, es la relación entre el beneficio neto que obtiene la empresa antes de impuestos y sus fondos.
Rentabilidad comercial o rentabilidad sobre ventas: evalúa la calidad comercial de una empresa. Para ello, se dividen los beneficios obtenidos por ventas entre las ventas totales en un determinado periodo de tiempo.
Rentabilidad bruta: ganancias de una compañía o una inversión antes de impuestos, amortización del capital, etc. Es, por lo tanto, una métrica un tanto engañosa porque no muestra la rentabilidad real que obtienes.
Rentabilidad neta: es la rentabilidad final después de restar los impuestos, la amortización del capital, etc. En general, es más fiable porque descuenta todo lo que puede afectar a la rentabilidad real.
Ten en cuenta que más de uno de estos tipos de rentabilidad puede darse en una inversión. O en otras palabras, no todas son excluyentes entre sí. Tal es el caso de la rentabilidad financiera, que tiene rentabilidad bruta y rentabilidad neta.
¿Sabes qué es el valor actual neto o VAN?
Aunque puede haber variaciones pequeñas en los cálculos de los diferentes tipos de rentabilidad, en general, la fórmula de la rentabilidad es la siguiente:
(Valor actual de la inversión – Valor inicial de la inversión) / Valor inicial de la inversión * 100
De esta forma, si una inversión de 1.000 € ahora vale 1.100 €, la fórmula para calcular la rentabilidad sería:
(1100 – 1000) / 1000 * 100 = 10 %
Muchos tipos de rentabilidad se calculan con el resultado de este primer cálculo. Sin embargo, no es necesario hallar otras rentabilidades porque rara vez son necesarias para el inversor particular.
Seguro que ya sabes cómo rentabilizar el dinero, pero ¿cómo maximizar esa rentabilidad? Los siguientes consejos pueden ayudarte:
Diversifica: independientemente de tu perfil de inversor, repartir tu dinero entre diferentes cestas hará que el riesgo total de tu cartera sea más bajo y que puedas rentabilizar tu dinero con algunas inversiones de tu cesta. Y es que, los activos que no están correlacionados tienen un comportamiento opuesto. Esto significa que si con una inversión tienes pérdidas, con otra tendrás ganancias.
Aprovecha las ventajas fiscales: los fondos de inversión tienen ventajas fiscales. Si inviertes en uno, solo tendrás que tributar cuando recuperes el dinero, pero si lo recuperas y lo inviertes en otro fondo, no tendrás que tributar. En este sentido, presta atención a los tramos del IRPF y recupera solo una parte del capital, para así no alcanzar los tipos impositivos más altos. Otra opción para sacar partido a las ventajas fiscales es reducir las aportaciones hechas a un plan de pensiones para pagar menos impuestos en la declaración de la Renta. Estas ventajas tributarias no afectan directamente a la rentabilidad, pero sí lo hacen de una forma indirecta, pues el dinero que te ahorras en impuestos puedes invertirlo en un instrumento.
Benefíciate del interés compuesto: el efecto bola de nieve del interés compuesto hace que los intereses generados se sumen al total con el que se calcularán los próximos intereses. A largo plazo, esto hará que una cuenta remunerada que liquida los intereses de forma mensual te dé más rentabilidad.
Como puedes ver, la rentabilidad es un concepto clave en el mundo de las inversiones. A pesar de que existen diferentes tipos y formas de calcularla, lo cierto es que todas tienen algo en común: es lo que todo inversor quiere maximizar al invertir.