¿Te gustaría saber cuáles son las principales diferencias entre la gestión activa y pasiva? Sigue leyendo para descubrir qué son estas gestiones, cómo funcionan, cuál es la más recomendable, así como todas sus ventajas y desventajas.
La gestión activa es cuando un gestor se encarga de elegir los activos financieros que conformarán la cartera de inversión. Su objetivo es superar el rendimiento de un índice de referencia.
La gestión pasiva replica el comportamiento de un índice bursátil, es decir, de un indicador de los precios de las acciones de una bolsa de valores, sin que un gestor tome decisiones al respecto. Su objetivo es igualar el rendimiento del índice de referencia.
La gestión activa puede ofrecer una rentabilidad mayor, sin embargo, sus comisiones suelen ser más elevadas que las de la gestión pasiva.
Para elegir entre los dos tipos de gestión tendrás que definir tu perfil de inversor y tus objetivos de inversión.
En la gestión activa un gestor o equipo de gestión selecciona los activos financieros para una cartera de inversión con el objetivo de superar al índice de referencia en términos de rentabilidad, basándose en su propia experiencia, criterio y análisis.
Actualmente, muchos bancos y asesores financieros de España ofrecen este tipo de gestión, aunque la mayoría de los fondos de gestión activa no logran superar al mercado a largo plazo.
Un informe efectuado por SPIVA (S&P Indices Versus Active funds) destaca que, después de diez años, el 90 % de los fondos de gestión activa obtienen un rendimiento menor que el de su índice de referencia.
Por ejemplo, si un gestor desea crear un fondo de inversión basado en el índice bursátil más importante de Estados Unidos, el S&P 500, debería elegir las empresas en las que invertir según sus objetivos concretos.
Después, si el gestor ha hecho una selección óptima, el fondo de inversión de gestión activa debería proporcionar una rentabilidad mayor a la del índice de referencia, conocido como benchmark.
La gestión pasiva es un enfoque en el que los inversores y los administradores de fondos intentan replicar el rendimiento del índice de referencia, en lugar de intentar superarlo.
En esta estrategia se construyen carteras que reflejan un índice de referencia, por lo que invierten en todo el mercado a través de fondos indexados o fondos cotizados (ETFs).
Existen varias formas de replicar el índice, siendo la réplica física completa la más efectiva. Para llevarla a cabo, el gestor del fondo compra todos los valores que forman el índice y lo hace en la misma proporción. La mayoría de los fondos indexados y ETFs, que son los principales productos de inversión pasiva, utilizan este tipo de réplica.
Imagina que un gestor desea crear un fondo que se basa en el índice bursátil S&P 500. Para ello, deberá invertir en las 500 empresas que forman dicho índice y en la misma proporción del mismo índice. De esta forma, el fondo replicará el índice y debería obtener la misma rentabilidad.
La gestión activa y la gestión pasiva son diferentes, no hay una que sea mejor, la elección depende de tus objetivos de inversión, de la situación del mercado y de tu perfil de inversor.
La gestión activa puede ser adecuada para inversores que buscan un rendimiento superior al índice de referencia y que están dispuestos a asumir más riesgo. Esto significa que se ajusta a las preferencias de los inversores agresivos. No obstante, ten en cuenta que para acceder a algunos fondos de gestión activa hace falta disponer de un capital elevado.
La gestión pasiva puede ser útil para inversores conservadores o inversores moderados que buscan una manera de invertir en el mercado con menos riesgo y sin tener que pagar altas comisiones. Este tipo de gestión ha demostrado ofrecer rentabilidades más altas en el largo plazo. Por ende, si buscas rentabilizar tu dinero a largo plazo, también puedes considerarla. Además, también suele ser la opción más adecuada para inversores con pocos conocimientos, inversores con poco capital y para aquellos que no quieren dedicar mucho tiempo a gestionar sus inversiones.
Aunque gestión activa y pasiva comparten el objetivo de maximizar los rendimientos de la inversión, hay algunas diferencias entre ellas:
En la gestión activa se seleccionan acciones específicas y se lleva a cabo un análisis continuo tanto del mercado como de las empresas. En cambio, la gestión pasiva no elabora un análisis constante ni del mercado ni de las empresas.
Por tanto, solo el gestor que se encarga de un fondo de gestión activa realiza cambios en la cartera de inversión teniendo en cuenta su análisis y experiencia.
Un fondo gestionado de forma activa busca superar la rentabilidad del índice de referencia, mientras que el objetivo de un fondo gestionado de forma pasiva es igualar la rentabilidad del índice de referencia. Esto también implica que la gestión activa sea más riesgosa, ya que, por lo general, para obtener una rentabilidad mayor, hay que asumir más riesgos.
La gestión activa suele tener costes más elevados que la gestión pasiva.
Estas son las principales ventajas y desventajas de la gestión activa y pasiva:
Para gestionar un fondo de forma activa un gestor se encarga de ajustar la cartera, lo que conlleva unas comisiones más altas.
Otra de sus ventajas es que es menos riesgosa, pero esto podría traducirse en una rentabilidad menor, y esta es su principal desventaja.
Dicho esto, ¿gestión activa o pasiva? Aunque es difícil elegir, la respuesta pasa por definir tu nivel de riesgo y tus objetivos de inversión.